martes, 23 de septiembre de 2008

martes, 2 de septiembre de 2008

UNIVERSIDAD Y PROYECTO NACIONAL

Tras los muros

Más allá de la diversidad arquitectónica de nuestras unidades académicas, tenemos la certeza de que todas ellas durante gran parte de su historia, han permanecido amuralladas, enclaustradas, con escaso contacto con la realidad nacional y social.

No desconocemos las implicancias de este debate que volvemos a plantear y la posición que sostenemos no significa negar que las Universidades Nacionales nos han brindado por años miles de profesionales sin los cuales nuestro país y nuestra sociedad no serían concebibles, posibles. Y nuestra Patria es un proyecto posible. Pero en esa posibilidad reside también la necesidad de derribar los muros que delimitan la función social que las Universidades pueden y deben tener. Es hora de inculcar un poco de claustrofobia en nuestros claustros, a partir de ensayar nuevas prácticas que transformen la enseñanza, la investigación, la extensión, la gestión universitaria, la política estudiantil, y todas las actividades universitarias que concibamos, en función de insertarlas, en mucho mayor, grado en la realidad nacional y social.

Los límites de éstas prácticas tienen que quedar claros. No sería posible ni deseable que las Universidades asuman responsabilidades que les competen a otros organismos del Estado. Está claro que nuestras Universidades Nacionales no pueden hacerse cargo de la salud de toda la población, de la administración de justicia, de la obra pública, de la alfabetización, de la definición de la política económica, o de las relaciones exteriores. Estas son funciones del Estado.

Pero eso no implica que no puedan ser parte en la solución de estos problemas, tanto en la elaboración de propuestas, como en una práctica que les permita ayudar y aprender al mismo tiempo. Y hay muchos ejemplos históricos y contemporáneos de utilización de la capacidad instalada universitaria en el aporte o soporte para la resolución de todo tipo de asuntos de la comunidad. Desde las prácticas más institucionalizadas en los institutos de investigación universitarios (en aquellos casos en los que los objetivos de la investigación se acoplan a alguna demanda o necesidad de la sociedad), hasta las iniciativas más cuestionadoras originadas en la voluntad de docentes, alumnos o investigadores, entre las que podemos incluir ejemplos de los más diversos, como los talleres para la producción de medicamentos o el Plan Fénix.

También debe quedar claro que la “bendición” académica de una idea, no le otorga categoría de Verdad absoluta por lo que las ideas propuestas no deben transformarse en ideas impuestas. Esto que parece una obviedad y que dicho así suena algo trillado, no lo es tanto para quienes tuvimos la oportunidad de estar de ambos lados del muro. Existe una concepción más o menos disimulada que equipara democratización del saber con difusión del saber académico hacia la comunidad, lo que lleva a una mirada unilateral y soberbia, y en definitiva a una vía muerta, sin retorno.

Entendido esto, se abre un enorme campo para la interacción entre las Universidades Nacionales y la sociedad. El Programa de Voluntariado Universitario es, sin duda, un avance sobre ese campo. Y un trabajo de sistematización de los resultados de algunas de las experiencias que desencadenó, nos permitirán entender la dinámica de la relación directa entre la Universidad y las organizaciones sociales. Y avanzar en una propuesta mucho más integral que nos permita implementar una política que sirva para que la Universidad al servicio del Pueblo deje de ser una consigna y se transforme en un avance irreversible.